Aunque el Trastorno Afectivo Estacional se asocia habitualmente al invierno, existe una variante menos frecuente: el SAD de verano o Reverse SAD. Afecta solo a una pequeña parte de la población, pero sus síntomas pueden ser intensos: ansiedad, insomnio, irritabilidad y pérdida de apetito.
Durante los meses de calor, las altas temperaturas, el exceso de luz solar y el desgaste de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina pueden generar sentimientos de abatimiento. Además, las expectativas sobre las vacaciones, las comparaciones sociales y la presión por “aprovechar al máximo” la temporada tienden a aumentar la frustración emocional.
Un desencadenamiento biológico y psicológico
El exceso de luz y calor altera el ritmo circadiano, dificulta el descanso nocturno y favorece la irritabilidad o la apatía. Según explica la psicóloga Beatriz Barreiro, el calor reduce la concentración de serotonina y dopamina –dos neurotransmisores fundamentales para el bienestar emocional–, lo que incrementa la predisposición a la tristeza. A esto se suman factores como la constante exposición a redes sociales o el hecho de no cumplir con las expectativas de ocio que uno mismo se había marcado.
¿Por qué el otoño podría ser la mejor estación para el ánimo?
Equilibrio emocional y adaptabilidad
Lejos de provocar un bajón, el otoño tiene un efecto estabilizador en muchas personas. Algunos estudios han identificado perfiles que alcanzan sus niveles más bajos de decaimiento precisamente en esta época, incluso por debajo de otras estaciones del año.
Días más equilibrados, menos presión
El otoño trae temperaturas moderadas, jornadas aún luminosas y un ambiente más calmado. Sin el desgaste del calor extremo y la obligación implícita de “vivir a tope”, se favorece un descanso reparador y un ritmo emocional más uniforme.
Estabilidad en la rutina y bienestar biológico
La reducción progresiva de horas de luz suele propiciar rutinas más saludables: dormir mejor, mantener una alimentación más equilibrada, socializar sin saturación y reducir la sobreexposición a estímulos. Aunque los días se acortan, esta estación rara vez provoca los síntomas más intensos asociados al invierno, manteniendo un bienestar más estable.
El verano, pese a su fama de ser la época más alegre, puede ser emocionalmente exigente: calor excesivo, alteraciones del sueño y presión social son factores que afectan al estado de ánimo, y en algunas personas llegan a provocar el llamado SAD de verano.
Por el contrario, el otoño ofrece un clima más amable, menos exigencias y una transición natural hacia hábitos que favorecen la estabilidad emocional, lo que lo convierte para muchos en la estación más beneficiosa del año.
